domingo, 14 de junio de 2009

Métodos de coerción simbólica




UNA PRISIÓN SIN MUROS NI RINCONES.
Del panóptico a las redes sociales.


En 1791, el filósofo inglés Jeremy Bentham diseñó su prisión ideal, el panóptico. Gracias a la distribución interna de la prisión uno y sólo un carcelero sería más que suficiente para crear en los prisioneros la opresiva sensación de estar bajo vigilancia permanente.
La torre central del panóptico además se convierte en un símbolo de sumisión y de poder, en una representación del poder visible pero que es a la vez no verificable debido a esta falta de relación visual entre observado y observador.
El sentimiento de “vigilancia permanente” que se desarrollaba en los reclusos según Bentham reduciría el número de intentos de motín o fuga.
El panóptico se convierte entonces en un perfecto engranaje social, en el que todos cumplen son su cometido por miedo a ser “observados”.
Estas revolucionarias ideas inspiraron a George Orwell en su novela “1984”, la descripción de un estado totalitario dominado por un gran hermano que todo lo ve.

A partir de esta concepción quisiéramos centralizarnos en su estrecha vinculación con la imagen, su uso como forma de vigilancia, y por ende de control, y sus posibles implicaciones con la emergencia de las tecnologías digitales: webcams, teléfonos móviles con cámara, cámaras de fotografía y video digitales, así como las plataformas llamadas redes sociales (Flickr, Facebook, Youtube, etc.)

La masificación y “domesticación” de la imagen digital en el ámbito familiar y personal, sumado a la potencial difusión que tienen las imágenes en las redes sociales, ha llevado a que las pesadillas del Gran Hermano y el Panóptico, se mezclen con la “sociedad del espectáculo.” De esta forma, el control ha pasado; de interiorizar la vigilancia y “modular” el comportamiento con relación a la misma, a hacer de la exposición y exhibición pública una nueva forma de control de la subjetividad. Este dicotomía exhibe la crisis que parece haber entre lo que tradicionalmente se ha considerado público y privado.
En ese sentido, apunta Koskela que: “Las webcams abren interesantes retos teóricos que deben ser examinados en relación a una nueva forma de producción social del espacio”
La cámara ha pasado de ser “un instrumento de grabación a ser un aspecto integral de la vida de los sujetos”. Si a esto se le suma la práctica cada vez más difundida de las imágenes en las redes sociales, no sólo para la difusión de las mismas sino como parte importante del establecimiento y mantenimiento de relaciones sociales, integrando de esta forma, en la relación entre imagen, control y exposición, la cuestión sobre lo público y lo privado.
Contiene algunos extractos del Congreso Español de Anropología

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